Cómo seguir creyendo en el poder de la gente

Guión para la intervención en Hamaca el 05/03/2024

CiberDario
18 min readMar 9, 2024
Militants al macrodesnonament de Carme 106 (xarxes dels sindicats d'habitatge de Raval i Casc Antic)

Hola, muchas gracias a todas por estar aquí, me alegro mucho de estar aquí y de ser parte de este proyecto, que me parece una forma muy interesante de mezclar el mundo audiovisual con el debate personal sobre las problemáticas actuales. La temática de este ciclo, titulado “¿Cómo seguir creyendo en el poder de la gente?”, me parece una de gran importancia en la actualidad. Nuestra situación política es cada vez más inestable y requiere tanto la creencia en la acción política como el esfuerzo de dicha acción. En esta intervención propongo una manera de tratar esta idea desde el punto de vista socialista, explicando no sólo cómo creer en dicho poder sino también qué implica y cómo llevarlo acabo, pues todas estas preguntas forman parte de una misma idea en la política socialista.



En este corto de Marcelo Expósito hemos visto la contraposición de fuerzas que, históricamente y con diferentes caras, han avanzado la historia en un conflicto constante, que es la lucha de clases. Al principio del último fragmento del corto se muestra una cita de Rosa Luxemburgo sobre esta lucha de clases y el proyecto socialista en que se ha enmarcado durante siglos ya. Este programa socialista del que habla tiene como objetivo final la revolución, la abolición total del sistema en que vivimos, el capitalismo, y la creación de uno nuevo. Creo que es importante tener siempre en mente que estos periodos de cambio total han ocurrido siempre gracias a las masas, a la unión de personas oprimidas que han mostrado su potencia para crear el mundo que necesitan. En la actualidad, los grupos organizados que se muestran en el corto son todavía parte del discurso popular, pero ahora como un recuerdo. Se habla de las revoluciones en pasado, bloqueando así el futuro de nuestras acciones e imaginarios. Vivimos en una época en la que es necesario creer en el poder de la gente, para que esta lucha no sea un relato pasado, sino un esfuerzo presente.



Es en esta coyuntura de nuestra época actual en la que debemos participar y posicionarnos, y en esta corriente encontramos las que podemos denominar nuevas generaciones socialistas, enmarcadas en el nuevo Movimiento Socialista. En España, en concreto, en los últimos años hemos podido ver el surgimiento de nuevas formaciones políticas enmarcadas en este movimiento, como son Encuentro Por el proceso Socialista, Gazte Koordinadora Socialista, la Organitzacio Juvenil Socialista y otros grupos incipientes. En un panorama de crisis y ruptura, estas organizaciones participan de una lucha histórica, la lucha de la clase obrera, pero buscando una separación de las generaciones anteriores, la liberación de los fantasmas que oprimen esta lucha.



Esta ruptura se debe también a las nuevas situaciones que nos encontramos en el momento histórico actual del capitalismo. Vivimos en una época de progresiva proletarización, que es uno de los grandes determinantes de nuestra actualidad económica. La proletarización se refiere al proceso mediante el cual la clase trabajadora experimenta una reducción en sus recursos vitales y en su capacidad para acumular capital propio. Este proceso resulta en una mayor dependencia del trabajo asalariado para la supervivencia, ya que los trabajadores carecen de otros bienes que les permitan sostenerse por sí mismos. La proletarización no se limita únicamente al sector industrial, sino que se extiende a una gama más amplia de la clase trabajadora, incluyendo a la pequeña burguesía y a la aristocracia obrera. Esta última, compuesta por sectores privilegiados de la clase trabajadora, está perdiendo sus ventajas y se está equiparando al proletariado en términos de condiciones y luchas. La proletarización no solo implica la pérdida de posiciones materiales, sino también la utilización de dimensiones culturales y represivas por parte de la burguesía para controlar y debilitar a la clase trabajadora en un contexto de acumulación insuficiente. En resumen, la proletarización es un proceso integral que afecta tanto a las condiciones materiales como a las dimensiones culturales y políticas de la clase trabajadora en el contexto del capitalismo. Ese proceso resulta, por tanto, en una mayor dependencia del salario y una pérdida de posible acumulación por otros medios (como la venta de propiedades), por lo que beneficia directamente al capital al mantener a las trabajadoras atadas al trabajo productivo. Para la clase obrera, sin embargo, esto implica un mayor agotamiento y una pérdida tanto de autonomía como de posibilidades de subsistencia. Al mismo tiempo, cada vez más capas de la sociedad no-burguesa se enfrentan al derrumbe de los cimientos sobre los que se mantenía su vida. Estas condiciones implican que la organización y acción política se vuelve más urgente en nuestra época pues las masas que dependen de ella son cada vez mayores. Es importante que sepamos dirigir esta necesidad hacia la unión de la clase de manera efectiva, y crear las condiciones para que la gente pueda creer en dicha organización para poder dar el paso y no quedar colgando de la cuerda floja sobre la que caminamos todos los días.



Dado este contexto, en el Movimiento Socialista el enfrentamiento contra el capital se desarrolla a través de diferentes problemáticas de especial relevancia para nuestro paradigma político y nuestras vidas bajo el sistema. Este enfrentamiento se lleva a cabo como unión de estas luchas bajo una misma estrategia, pero atendiendo a las características individuales cada una. En esta intervención hablaré de algunas de las más relevantes y urgentes en la actualidad, pero esto no significa que la estrategia se limite a estas, pues la opresión de la clase obrera se manifiesta de muchas formas diferentes que están, además, en constante evolución.



Por un lado, nos encontramos con la importancia de la juventud en la campaña y el movimiento de las diferentes organizaciones socialistas actuales. Las nuevas generaciones nos enfrentamos actualmente a una vida política complicada, incluso paradójica. Históricamente el descontento de las clases oprimidas ha sido fuente de los movimientos que han dado paso a nuevas maneras de organizar la sociedad. En España, el sueño socialdemócrata del Estado de Bienestar se encuentra ahora en pedazos, y tras consecutivas crisis las nuevas generaciones crecen entre una rabia feroz hacia las estructuras que han causado esta situación y una apatía total ante un mundo que ya estaba comenzando a colapsar cuando llegamos y que no ha hecho más que acelerar desde entonces. El proceso de proletarización que mencionaba antes tiene a la juventud entre sus grupos más afectados, pues no han tenido tiempo de acumular capital en unas condiciones más propicias y las nuevas generaciones se ven lanzadas a un mundo en el que sus posibilidades se vuelven más precarias y limitadas rápidamente. Además, la alienación de la clase obrera bajo el capital provoca un sentimiento mayor de aislamiento e impotencia, y los diferentes fracasos de las izquierdas institucionales han dejado un vacío para el curso de acción establecido. Es así como, en un panorama con la mayor polarización y radicalización en décadas tanto en la izquierda como en la derecha, la falta de caminos claros y las estructuras capitalistas transforman la que podría ser una fuerza arrolladora en una ansiedad cada vez más exacerbada. Las organizaciones socialistas actuales toman este punto de partida ofreciendo una posibilidad de acción revolucionaria, con un fin más allá del enmarcamiento en las filas que nos habían fallado antes de que pudiéramos incluso ser conscientes de ello. La reproducción de la consciencia revolucionaria a partir de este germen, la transformación de esa ansiedad inmovilizante, que nos transforma en agentes pasivos, en la voluntad activa de la lucha de clases, es una de las grandes labores actualmente para la organización de las trabajadoras. En este caso, creer en el poder de la gente implica hacer que la gente pueda creer en dicho poder, pues es a través de esta confianza en la acción que la gente puede pasar a ella.



Aquí hay que decir que no somos las únicas que saben que estamos en un momento de especial importancia para la organización. Asistimos actualmente a un giro reaccionario en el discurso y la política que afecta en gran medida a la juventud. No es difícil ver cómo diferentes sectores del capital se aprovechan actualmente de los jóvenes para reproducir ideologías reaccionarias. Los influencers emprendedores, los gurús de ligar que son todos unos misóginos, las creadoras de contenido terf, todas estas personalidades son altavoces de este giro que permea cada vez más en nuestra sociedad. Este giro responde a una derechización de la opinión pública que se fundamenta en el empobrecimiento de las clases medias y en su progresiva descomposición, es decir, al proceso de proletarización que he expuesto antes. Una de las consecuencias más claras de esto ha sido el señalamiento a los estratos sociales más castigados, generando un auge de discursos de odio antiproletarios, especialmente en sectores migrantes o feminizados, con una mayor expansión de la xenofobia (auge de la extrema derecha), la misoginia (expansión de leyes antiaborto, explosión de violencia de género) o la transfobia (mediatización de discursos anti-trans). Es importante saber dirigir la energía que generan las condiciones inestables actuales para luchar políticamente contra estas dinámicas, que no hacen más que dividir al proletariado en una lucha que une muchos problemas diferentes provenientes de un mismo sistema.



Desde el siglo pasado, la juventud ha tomado un papel muy destacable en los movimientos sociales que se han desarrollado con intenciones de cambio. Aunque discursivamente no se suele resaltar esta importancia, los jóvenes han sido en muchos casos, como indica Mariarosa Dalla Costa en su texto Les dones i la subversió de la comunitat, los primeros grupos que han saltado a la acción cuando las chispas del descontento social han prendido en llamas. Con uno de los mayores ejemplos de esto en Mayo del 68, la historia reciente muestra a los colectivos jóvenes y estudiantiles organizándose tanto por sus intereses como por los de otros grupos marginalizados. Aunque la juventud contiene también sus propias problemáticas, la posición de los jóvenes permite una visión con perspectiva a lo totalizante del sistema. La juventud se encuentra en una posición temporal de tensión. Aquellas que están estudiando, comenzando a trabajar o a proyectar una vida llevan décadas viendo un horizonte cada vez más oscuro. La entrada al mercado laboral no es ya el puente a un sueño de independencia y libertad, sino una imagen de la subyugación al sistema por el resto de la vida. La edad a la que una persona joven puede independizarse es cada vez mayor y cada vez se exige más de la juventud para poder participar del trabajo. Es así que el desencanto de la juventud por el presente se proyecta también en el futuro, creando un terreno fértil para la solidaridad obrera y la colaboración con organizaciones y movimientos sociales. Además, es desde la juventud que se promueve principalmente el cuestionamiento de las categorías identitarias y las minorizaciones de diferentes comunidades a lo largo de la historia. Mencionando otra vez a Dalla Costa, esta autora explica cómo la rebeldía obrera puede y debe ser fomentada desde la juventud, etapa en que el deseo joven se enfrenta a un sistema ya establecido antes del nacimiento del individuo. Los padres actúan como formadores, pero también limitan los deseos y la escuela se opone después al ambiente familiar ofreciendo las impersonales reglas del obrero frente a la cálida opresión familiar. Es así como la juventud obrera contiene desde el principio la rabia de ver sus potencialidades, su deseo de llegar más allá y su quererlo todo, frustradas por el Modo de Producción capitalista que ya tenía un destino preparado para ellas. La juventud está enfadada y no se ha visto abocada todavía a la resignación, y es por esto que se permite un mayor cuestionamiento de aquellos factores que identifican como obstáculos a una vida digna y satisfecha.



Hay que mencionar también que la militancia se desarrolla en muchos espacios diferentes y la juventud suele ser el motor de la creación de muchos espacios nuevos, pero también de pequeño tamaño y muchas veces poco alcance. Estas organizaciones nacientes suelen tener un recorrido más o menos longevo pero, al quedar aisladas y no tener suficientes fuerzas para mantenerse, muchas tienen un final algo amargo para las militantes, reforzando el posible sentimiento de impotencia al ver que estos intentos no consiguen dejar marca. El MS enfatiza la importancia de enmarcar la militancia en una estrategia mayor, que englobe a más personas y con una causa totalizante, pues es así que se pueden apoyar los esfuerzos de las militantes y encontrar las conexiones entre las diferentes problemáticas a las que nos enfrentamos día a día. El MS no es un monolito, pero sí una estrategia unificadora que permite una mayor potencia en la lucha. Pero creer en el poder de la gente no es solo una implicación emocional o de fe, sino también una decisión estratégica. La pasión revolucionaria ha de ser acompañada de una visión táctica para que la determinación militante no aboque en frustración, fracaso o posibles perjuicios a aquellas que se organizan para luchar juntas y cuya seguridad también debe ser cuidada en la lucha.



Otro de los frentes es el de la vivienda. El capital separa a la clase obrera del poder para acceder y tener decisiones reales sobre los diferentes espacios en los que se desarrolla la vida. Sea de la mano de empresas, de pequeños propietarios o del Estado, la vivienda y otros espacios requieren un intermediario para el acceso y uso por parte de las trabajadoras, siendo este uso además el permitido por el poder.

Es por esto que vivienda es uno de los sectores de la vida social donde de manera más flagrante se evidencia hoy en día la principal contradicción del capitalismo, que no puede satisfacer las necesidades humanas y generar un horizonte de progreso al tener como máximo principio el beneficio económico de la clase dominante. En Barcelona podemos ver claramente como la situación se agrava cada vez más. Este mes pasado hemos visto en las noticias una gran cantidad de desahucios, y son solo un pequeño porcentaje de los que se ejecutan cada día. También hemos visto, sin embargo, que la organización obrera puede ofrecer una oposición a este control burgués del espacio y, en algunos casos, conseguir victorias para mantener casas y otros edificios bajo el control obrero. Como he dicho ya, esta lucha no se limita a las casas. Aunque estas son el principal espacio en el que se desarrolla la vida cotidiana, el espacio público también está en juego y es un elemento integral de la interacción y el uso del tiempo de la clase obrera. Sin embargo, el espacio público tampoco es un espacio libre. Cada vez hay menos lugares donde poder compartir el tiempo sin vernos abocadas al consumo o la productividad. Aquí también se muestra la mediación del capital, que dispone estos espacios según sus reglas y principios. Parques cada vez más modernos, es decir, sin espacios verdes pero llenos de arquitectura hostil para no permitir la estancia prolongada de los transeúntes, menos aún la de aquellos que, sin hogar, se ven destinados a dormir en la calle; plazas sin sombra ni bancos por las que pasar rápidamente o sentarse en una de sus numerosas terrazas a cambio del dinero ganado con el trabajo; centros civicos cuyas actividades se proponen y promueven desde posiciones separadas de las trabajadoras, sin tener en cuenta qué necesitan y cómo lo necesitan. Todos estos son ejemplos de la falsa libertad de lo público bajo el capital. A esto se opone el espacio universal del socialismo, espacios controlados y gestionados por la clase trabajadora. Aunque esto no se puede conseguir totalmente hasta el fin del capitalismo, ya encontramos en España espacios bajo control proletario, como la Yunquera en Madrid o la Antiga Massana y la Obrera aquí en Barcelona. Estos espacios, de acceso abierto a la clase obrera, ofrecen una gran cantidad de recursos, desde cursos de idiomas a espacios donde fortalecer la militancia, bajo el control de la clase obrera y con una actividad politizante, sin centrarse en el imperativo de la productividad y entendiendo las condiciones de las obreras tanto como grupo como individualmente, no en base al "ciudadano abstracto" del capital.



El frente de vivienda también es un lugar en el que reproducir la consciencia revolucionaria. La demostración constante de organización y fuerza por parte de las militantes son una imagen viva de lo que ocurre cuando creemos en el poder de la gente, que la gente puede emplear ese poder a su favor. Ante la represión y los ataques de políticos y empresarios, es creyendo en el poder de la gente que la militancia puede salir a la calle a enfrentarse al sistema. Esto es un aspecto importante de esta fe, creer en el poder de la gente y actuar en base a ello es la mejor muestra que podemos dar de por qué creer en dicho poder, y es la razón por la que las masas de estas organizaciones son cada vez mayores. Con los espacios protegidos y gestionados, además, se permite la creación de lugares donde efectuar este intercambio de fe y posiciones de manera más personal. La vida de los espacios bajo control proletario son una visión de lo que podemos conseguir cuando nos unimos para mostrar nuestra fuerza, para creer en todas y en nosotras mismas. Creer en el poder de la gente también es ir más allá. Creer en el poder de la gente implica creer en este poder sin mediadores, creer en el poder de la gente para organizarse y vivir sin tener que pedir al estado, a la burguesía, estas vidas mejores. Es creer en un poder total, no sólo para conseguir cambios menores, sino saber que el poder de la gente se extiende a todos los ámbitos y a todas las tareas, que la vivienda puede ser gratuita, universal, de calidad y bajo el control de la clase obrera, que podemos ofrecernos conocimiento y cuidados, que nuestro tiempo puede estar dedicado a nosotras y no al beneficio de otros.



Otro de los frentes principales del paradigma actual es la lucha laboral o salarial. Es el trabajo y la manera en la que se organiza la producción lo que encontramos en el centro de la definición del capitalismo, por lo que no es sorprendente que las consecutivas crisis y el desarrollo lógico de este sistema basado en la explotación de una clase por parte de otra resulten en consecuencias cada vez mayores sobre el salario y las condiciones de vida de la clase obrera, constantemente atacada por un sistema preocupado únicamente por el poder de la clase burguesa. En este sentido se distinguen dos conceptos dentro del salario. Por un lado está el salario directo, que es el sueldo en sí, y que a medida que pasa el tiempo vemos que sufre cada vez más recortes, que no corresponde con la cantidad real de horas que hacen las trabajadoras y que se queda atrás frente a los precios que siguen subiendo mientras tenemos que hacer malabares para poder pagar alojamiento, comida y recursos básicos. Por otro lado, el salario indirecto, que se refiere a las prestaciones que recibe la clase obrera del Estado y otros organismos, aunque principalmente son de fuente estatal. Aquí están incluidos los servicios públicos como la educación o la sanidad, pero también otros como el Ingreso Mínimo Vital. Estos servicios también están sufriendo una progresiva precarización y se ven desbordados. Los hospitales tienen tiempos de espera de meses, los servicios sociales no ofrecen soluciones reales a aquellas personas que, en situación de vulnerabilidad reconocida (y digo reconocida porque todas las obreras somos vulnerables, aunque no lo diga un papel) no ven sus necesidades cumplidas por estos organismos designados al rol de aliviar el sufrimiento de la clase obrera lo suficiente para que pueda seguir produciendo un día más.



En este ámbito se propone como respuesta la autodefensa socialista. Esta autodefensa es un proceso de construcción de instituciones y organismos propios e independientes políticamente. El proletariado no debería tener que pasar por los muchos aros del capital, sean estos el Estado, los bancos, los propietarios o un largo etcétera para poder dar pasos en la vida. Las condiciones de la clase obrera no son ahora las únicas posibles. Vivimos en un mundo con un gran desarrollo tecnológico, productivo y social. Las condiciones materiales de nuestro momento histórico implican que disponemos de casas para dar hogar a todas y de posibilidades de construir más, para que todas estas viviendas sean cómodas y estén en condiciones dignas. También tenemos alimento para que nadie pase hambre y medios de transporte para distribuirlo. En la actualidad, hay espacio y herramientas para que todas podamos contribuir a mantenernos y a ver nuestros deseos satisfechos. Sin embargo, todos estos recursos están bajo control burgués, por lo que se mantienen alejados de la clase obrera que los necesita, porque se supedita cualquier necesidad al principio del beneficio que rige nuestro sistema. Las casas están vacías (de hecho nunca había habido tal cantidad de personas sin hogar en el mundo) y la comida en vertederos porque se busca extraer un beneficio de ellas, porque se busca crear una escasez que nos obligue siempre a pagar más, a trabajar más y a necesitar más hasta que nos vemos ahogadas. Este sistema espera que claudiquemos siempre ante sus principios y dinámicas. La autodefensa socialista busca resistirse a esta imposición aumentando el control proletario para que llegue el punto en que seamos nosotras quienes puedan organizar, por ejemplo, esas casas no con el objetivo de enriquecernos de ellas, sino con el de que todo el mundo pueda tener un techo, una vivienda de calidad y gratuita, que no les puedan quitar. Esta autodefensa no se trata simplemente de resolver nuestros problemas poniendo parches, como pueden ser las acciones en las que se paran desahucios o se recogen alimentos para quienes lo necesitan, sino que consisten también en la acumulación de este poder para organizar los recursos en base a nuestras necesidades y estrategias. Es importante tomar parte en esta lucha para poder no solo responder a los ataques del capital, sino también para crear las bases que nos permiten mantener la organización obrera y aumentar en número y en capacidades. Muchas veces, creer en el poder de la gente se vuelve imposible pues no hay un cimiento que pueda mantener esta creencia, porque no tenemos tiempo para creer cuando debemos apagar todos los fuegos que se encienden constantemente bajo nosotras y nos queman cada vez más. La autodefensa socialista busca crear este cimiento para darnos espacios y recursos que nos permitan cultivar nuestra confianza en la organización. Cuando la gente tiene el espacio para creer, cuando tienen ese respiro que les permite concentrarse y observar la situación en que nos encontramos, es cuando pueden desarrollar mejor la consciencia de que la unión nos trae más fuerza y de que no estamos completamente perdidas, que todavía podemos luchar y cambiar las cosas.



En esta intervención no quiero que parezca que hay algún tipo de hostilidad o ignorancia hacia otras luchas pasadas. La lucha de clases, como decía Marx, es y ha sido siempre el motor de la historia. Esto se ha manifestado de muchas maneras siempre. Las organizaciones antirracistas que buscan la mejora de condiciones de sus colectivos como son el Sindicato de Manteros o Samidoun, que han estado organizándose por la lucha del pueblo palestino. Las organizaciones feministas que luchan contra la violencia de género, por los derechos reproductivos, por la liberación sexual y de género. Los colectivos LGTBIQ+ que se han enfrentado una vez tras otra a la homofobia, la transfobia y otros tipos de discriminación contra la gente queer. Los sindicatos de trabajadores que luchan por horarios menores, sueldos que les permitan vivir, condiciones dignas de trabajo. Todos estos son ejemplos de cómo se manifiesta la lucha de clases en nuestra sociedad. Sin embargo, estas han sido manifestaciones espontáneas de la lucha de clases, y es por esto que muchas veces son cooptadas por las estrategias reformistas, resultando en dos grandes problemas que reducen la potencia política de estos modos de organización. Estos son la fragmentación del proletariado en luchas aisladas y a veces enfrentadas entre sí y la desactivación de la potencialidad revolucionaria de los movimientos, que se someten a estas organizaciones a proyectos reformistas y socialdemócratas, alienando así a sus miembros de la acción política directa y evitando que puedan luchar por un cambio total del sistema en vez de conformarse con migajas.



Frente a estas cuestiones, el marco socialista urge a la unión de las obreras bajo una estrategia que engloba a estas luchas. No por esto se acaba la lucha por la liberación de las mujeres ni de las personas racializadas, por ejemplo, pues la clase obrera no será libre hasta que todas seamos libres y es por tanto que estas cuestiones están también en el punto de mira del proceso revolucionario. Sin embargo, si están separadas como luchas y formas de organización diferentes se ven mucho más afectadas por la represión, los enfrentamientos entre organizaciones y por tanto por los ataques del capital. Esta es la fragmentación de la que hablo, que separa nuestras luchas como si no tuvieran una raíz común a la que debemos atacar todas para poder liberarnos; todas las personas que sufrimos la subyugación del capital compartimos un mismo problema, y podemos unirnos en esta base contra él, para ayudarnos a confrontar los ataques de este sistema en las muchas caras y formas que toma. Volviendo al tema de creer en el poder de la gente, esta creencia no debe desarrollarse como una simple pasión idealista y sin dirección, sino que es una creencia que debe cuidarse y cultivarse entendiendo la unión de la gente a un nivel más profundo, encontrando al objetivo que nos une y no los que nos dividen, y desarrollando una estrategia para todas nosotras sin ignorar ninguno de nuestros problemas.



Este es el final de mi intervención, y querría acabar recordando una frase que me gusta bastante. Es un cántico que se puede oír a veces en los desahucios cuando las militantes se enfrentan a la policía enviada para echar a alguien de su hogar, pero creo que su significado va más allá y que representa la temática de este ciclo de dimarts de vídeo y la lucha de la clase obrera contra la burguesía. Esta frase es “vosotros por dinero, nosotros por amor”. En esta charla he expuesto lo que es para mí creer en el poder de la gente, y por eso quiero recordar también que creer en el poder de la gente es una labor de amor. Creemos en nuestro poder porque amamos a la clase obrera y a nuestras vidas. Este no es un amor hacia algo que está bien, no es un amor que se resigna, que simplemente se dedica a disfrutar lo que tenemos, que cada vez es menos. Creer en el poder de la gente es querer nuestras vidas y, por tanto, querer luchar porque sean vidas libres, vidas dignas y satisfechas. Es querer a nuestra clase y luchar por ella hasta el final, para vernos emancipadas de un sistema que nos explota y nos somete a condiciones precarias, a ver cómo los frutos de nuestro trabajo se destinan al beneficio de otros, a ser reprimidas cuando incumplimos unas reglas que no creamos nosotras, que no pudimos negar porque no se nos dio voz ni voto. Creer en el poder de la gente es el amor hacia nuestras compañeras, con las que compartimos nuestro tiempo y energía y a las que queremos ver felices, a las que no queremos ver agotadas por el imposible ritmo que nos impone el sistema, a las que queremos ver siendo lo que sabemos que pueden ser pero que no se les permite. Creer en el poder de la gente es amar a la gente, y luchar para que la gente se una como sabemos que puede unirse. Muchas gracias y endavant amb el procés socialista.

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