El club de la comedia

Sobre el humor y la supervivencia al futuro

CiberDario
6 min readMay 17, 2023
The Laughing Audience, William Hogarth

Paseando por la calle, como casi cualquier día, los veo. Un grupo de tres personas de mediana edad con tres carritos en los que sostienen folletos sobre la Biblia y carteles con los mensajes que usan para atrapar a los transeúntes. En uno de ellos puedo leer la frase ¿Acabará el dolor?. Para no tener que mantener una incómoda conversación sobre la fe y cómo he de arrepentirme de muchas cosas para no ir al infierno, abro Twitter. El primer post que asalta mis ojos es un vídeo de un escenario apocalíptico generado por computadora con la caption What would you do in this situation? Por supuesto, los citados y las respuestas solo contienen chistes y burlas, nadie tiene la solución (esto es evidentemente lo que busca la cuenta que subió el vídeo, su intención no es encontrar una revelación en el ciberespacio). Cuando llego a casa, mi padre ve las noticias en la televisión. La ráfaga de titulares sensacionalistas y testimonios a flor de piel (todos, sea un bombardeo en un país en guerra o un nuevo método dietético) se transforma rápidamente en un ruido molesto. Sentada en el sofá, suspiro, ¿sabe alguien realmente si se acabará el dolor?

En Clima, de Jenny Offill, nos encontramos con un retrato de nuestra cultura (la novela se sitúa en 2016, oscilando en torno a las elecciones estadounidenses ganadas por Donald Trump) ilustrado mediante las reflexiones cotidianas de la protagonista, que trabaja como bibliotecaria y asistenta de una profesora que dedica su tiempo a la divulgación sobre el cambio climático. Los comportamientos de los personajes de la novela no son extraños, y de hecho es probable que podamos ver cómo reflejan las acciones de personas que hayamos conocido, visto u oído. En tiempos en los que el apocalipsis se cierne sobre la sociedad, su ominosa presencia siendo constante en la novela, cada uno intenta sobrevivir mediante diferentes técnicas que alivian el peso del saber nuestra condena.

“En una época intranquila, aún segura en el disfrute de comodidades materiales desconocidas en épocas anteriores, pero obsesionada por la idea de catástrofe, el problema de la supervivencia eclipsa preocupaciones más elevadas”.[1] Estas palabras, que comienzan el segundo capítulo de The Minimal Self, de Christopher Lasch, resumen eficazmente el retrato que Offill realiza en su libro del estado del individuo en nuestra época y, aunque entre estos dos libros hay casi 30 años de diferencia (Lasch publicó el suyo en 1984 y Offill en 2020), en los dos se observan reflexiones similares. En todo momento, como dice Lasch, “la preocupación por el yo, que parece tan característica de nuestro tiempo, toma la forma de una preocupación por su supervivencia psíquica”[2], con el cansancio y la resistencia de los personajes como tónica principal. Entre las estrategias a las que los personajes de Offill recurren se incluyen clases de yoga en las que pueden “aprender a aceptar la sensación de no tener un suelo bajo nuestros pies sin sufrir miedo existencial”, someterse al trabajo constantemente para olvidar otros problemas o entregarse a la fe religiosa.

Sin embargo, el método más prominente de resistencia a la catástrofe es el humor. En la novela de Offill, entre las vicisitudes del día a día de la protegonista se intercalan chistes y pasajes en tono humorístico, que sin embargo no parecen mejorar el estado de los personajes en ningún momento. “Nuestra defensiva ironía y nuestro desentendimiento emocional”[3], en palabras de Lasch, son las principales características que permean las páginas del libro, en el que el humor permite desentenderse del constante sentimiento de que nos acercamos cada vez más rápidamente a un desafortunado final. Aunque a primera vista un chiste de ciencia ficción (“Aquí no servimos a viajeros en el tiempo. Un viajero en el tiempo entra en el bar”) debería resultar chocante tras hablar sobre vacunas, o justo antes de un párrafo sobre las dificultades de mantener estabilidad en el capitalismo, estos resultan intercambiables en la narración, entrelazándose y mostrando que, como dice Lasch, “cuando la tétrica retórica de la supervivencia invade la vida cotidiana, intensifica y alivia al mismo tiempo el miedo a la catástrofe”.[4] La primera lección de Clima es realmente que la omnipresencia del cataclismo actúa a la vez como instigador del sentimiento de emergencia y como anestésico ante el mismo, ofreciendo como únicas soluciones la risa indiferente o la manía ante la escala de nuestros problemas.

Lasch no es el único autor que se ha enfrentado con la risa. En la Dialéctica de la Ilustración, Adorno y Horkheimer ya apuntan a la risa como una herramienta que nos aleja de una verdadera preocupación por nuestras condiciones, pues “la risa, reconciliada o terrible, acompaña siempre al momento en que se desvanece un miedo”. Tanto para Lasch como para Adorno y Horkheimer, la risa cuya fuente es la comedia contemporánea, que actúa siempre como sátira de la catástrofe, es “un instrumento de estafa a la felicidad” que nos transforma en individuos que “son conscientes de las malas noticias, pero que han decidido hacer el esfuerzo de seguir sonriendo”.[5] Sin embargo, este método de lidiar con nuestra coyuntura actual no está libre de consecuencias pues, como dicen Adorno y Horkheimer, “la [risa] terrible vence el miedo alineándose precisamente con las fuerzas que hay que temer. Es el eco del poder como fuerza ineluctable”, esto es, el uso de la risa para despreocuparnos o alejar el miedo también afecta a nuestro compromiso con la lucha ante las fuerzas que originan dicho miedo. Cuando reducimos nuestro posible fin a ser un objeto de burla, perdemos también su figura como verdadero oponente, el punto de vista desde el que nos debemos enfrentar a él.

Así pues, ¿cómo podemos enfrentarnos a un escenario cada vez más apocalíptico sin caer en el paroxismo del terror o en la indiferencia alegre? A lo largo del libro Love’s Work, de Gillian Rose, resuena una máxima: “mantén tu mente en el infierno, y no desesperes”.[6] Para Rose, esta es la manera de centrarnos verdaderamente en nuestro conflicto; el análisis de nuestras condiciones materiales debe ser lo que cimente nuestra visión, pues no hay un afuera desde el que esperar que lleguen milagros. No vivimos en este mundo para encontrar otro mejor cuya aparición nos salvará, este es el único en el que podemos llevar a cabo el trabajo que nos permita una vida mejor realizada, el mundo al que debemos liberar; como dice Adorno, llevando el eco de la tradición marxista al lenguaje de su Minima Moralia, “el único modo que aún le queda a la filosofía de responsabilizarse a la vista de la desesperación es intentar ver las cosas tal como aparecen desde la perspectiva de la redención”.

Es innegable, vivimos en tiempos difíciles, catastróficos, de crisis, pero, aunque nos gustase pensar lo contrario, la mayoría de nuestras maneras de lidiar con el caos no nos servirán para nada más que para dormir con la conciencia (supuestamente) tranquila. Mantenernos en una posición estable desde la que observar nuestra situación como un analista es difícil si no imposible, pero debemos ser también conscientes de que solo estando en nuestro lugar podremos salir de él. Aún entre la tormenta, las llamas y el dolor, en el infierno hay lugar para la redención.

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Notas.

  1. Para este texto, las citas de Lasch han sido obtenidas de la edición en inglés de la que dispongo y traducidas por mí. Incluyo la cita original para poder esclarecer dudas de interpretación: “In an uneasy age, still secure in the enjoyment of material comforts unknown to earlier ages yet obsessed by thoughts of disaster, the problem of survival pvershadows loftier concerns.”
  2. Lasch: “The concern with the self, which seems so characteristic of our time, takes the form of a concern with its psychic survival.”
  3. Lasch: “Our protective irony and emotional disengagement.”
  4. Lasch: “When the grim rhetoric of survivalism invades everiday life, it simultaneously intensifies and relieves the fear of disaster.”
  5. Lasch: “[people who] are all too well aware of the bad news but have nevertheless made a determined effort to keep smiling.”
  6. La cita original, en inglés, dice así: “keep your mind in hell, and despair not.”

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