Perder nuestras cadenas rosas

Feminidad, producción y consumo

CiberDario
8 min readAug 4, 2023
Frame de la película Barbie (Greta Gerwig, 2023)

“Barbie lo es todo”, reza el slogan de la película basada en la línea de muñecas de Mattel estrenada en 2023. El filme, que ha generado más de 470 millones de dólares en todo el mundo en el momento de la redacción de este texto, con un presupuesto de entre 128 y 145 millones, ha sido un éxito total con cobertura en televisión, radio y prensa y ha resultado en una serie de colaboradores de Mattel con diferentes empresas productoras y distribuidoras de ropa y comida, entre otros. La promoción, que se puede atribuir en parte a su público, ha resultado en la adaptación del personaje de Barbie como propio por gran parte de la audiencia en redes, que ha propagado acciones como asistir a la proyección de la película con conjuntos de ropa en tonos rosados.

La película ha sido celebrada por gran parte del público y los medios por su inclusión de contenido feminista desde el cuestionamiento de la posición de la mujer como cuidadora en las relaciones interpersonales hasta la legislación e importancia del aborto [1,2] y por su aportación de un lugar en el que las mujeres (y otras personas cuya experiencia pueda ser asociada a la feminidad) pueden vivir y reconectar con su feminidad, refugiándose de la ridiculización a la que esta es sometida con bastante frecuencia. Los actos, por supuesto, nunca son neutrales, y estos aspectos de la película han sido por tanto reclamados por parte de su público, que consideran este estreno la apertura para una película cuya audiencia supone una subversión al mundo del cine. Por otro lado, como producto (cultural) de nuestro mundo contemporáneo, Barbie no deja de ocultar tras de sí las dinámicas del modo de producción bajo el que es creada. Entre el activismo y la libertad para elegir divertirse, ¿qué significa la política de Barbie?

El nombre de Barbie no es nuevo, por supuesto. La muñeca, creada en los años 50, ha sido un juguete extremadamente popular durante décadas, y son incontables las personas que recuerdan jugar con ellas o desearlas en su infancia (sobre todo niñas), si es que no están pidiéndolas a sus padres ahora mismo como regalo de Navidad; esta figura ha sido parte de la historia de generaciones, que han visto a sus chicas crecer alrededor de su imagen, y es difícil encontrar a aquellos a quienes el nombre mismo no pueda evocarles toda esta historia. Barbie es una máquina de hacer dinero. Sus ventas, exorbitadas, y su poderosa imagen, la hacen un éxito seguro con cada uno de sus productos. Barbie es publicidad. Sí, el entretenimiento que ofrece la película, su contenido, son elementos que atraen al público, pero la capacidad de generar deseo de Barbie radica en lo indisociable de la cultura y la imagen publicitaria. Esta es una imagen que suspende el placer del público en un futuro constante, que se encuentra siempre tras el paso de consumir uno u otro producto. La película de Barbie, tanto en su forma como en el fenómeno que ha generado, ejemplifica esto perfectamente. Los planos centrando los bonitos objetos que componen el mundo, los colores vibrantes, indican que Adorno no se alejaba de la verdad en La Industria Cultural cuando decía que “tanto técnica como económicamente, la publicidad y la industria cultural se funden la una en la otra”, y esta, como dice Berger en Modos de Ver, “es la cultura de la sociedad de consumo”.

El consumo, de hecho, es una de las principales dinámicas que han rodeado a esta película. Con el anuncio del estreno, surgieron también numerosas colaboraciones que llevaban el nombre de Barbie con empresas de indumentaria, comida, etc. Por supuesto, cómo no aumentar tu disfrute de la película de Barbie asistiendo con tu bolso de Barbie en el que has escondido un snack de Barbie para no pagar las palomitas. Todo esto, además, ha de ser compartido en Internet. Con la película, aparecieron también nuevos memes con los que el público puede tomar la figura de Barbie como suya (fueron populares durante días las imágenes en las que los usuarios se introducían a sí mismos en el cartel), y se vuelve indispensable también compartir el conjunto (rosa) que se ha llevado puesto para el visionado. Todas estas acciones sirven no solo para comunicar una opinión sobre la película (muchas veces, de hecho, ausente del mensaje), sino para instar a a su consumo. Tras la transformación del producto cultural en publicidad, presenciamos ahora la transformación del público en esta misma también, su discurso y posición reduciéndose progresivamente a un reclamo para que otras personas sigan comprando entradas. Cabe recordar que, en el modo de producción capitalista, no solo son mercancía los productos que consumimos, sino que nosotros mismos lo somos también, así que es de esperar que se nos cargue la tarea de participar cada vez más explícitamente en estas dinámicas a medida que el sistema se vuelve más alienante.

El discurso publicitario de Barbie tampoco ha tomado un contenido fortuito (el contenido y la forma, evidentemente, no son dos aspectos disociables el uno del otro), y es que este contenido también forma parte de los mismos mecanismos que la promoción despiadada y fría. La imagen de Barbie ha cambiado gradualmente con el paso de los años. Una muñeca que inicialmente era un modelo a seguir como figura femenina, delgada y guapa ha pivotado cada vez más hacia una que muestra a las jóvenes todas sus ocupaciones y éxitos posibles (en toda su historia, ha representado 250 profesiones diferentes). La película y su promoción continúan este discurso desde un punto de vista que se mantiene siempre femenino (conjuntos color de rosa, tacones, faldas y bolsos por doquier) pero que a la vez utiliza estos recursos para apelar a una libertad de la mujer para salir al mundo y hacer lo que ella quiera. Este discurso, se puede ver fácilmente, se enmarca en el del feminismo empoderante y contemporáneo que, surgido en el s. XIX, ha tomado diferentes formas en busca, según dicen, de la igualdad.

El discurso del empoderamiento es aquel que busca que las mujeres tomen las riendas de sus vidas y se permitan elegir a sí mismas su futuro exitoso. Esto incluye la posibilidad de tener o no hijos, formando familias solo si lo desean y la capacidad de alcanzar las cimas de sus campos profesionales, enfatizando la importancia de la existencia de mujeres en posiciones de poder (mujeres en el gobierno, mujeres en las listas de las personas más ricas, mujeres en el campo artístico más mainstream) como una meta a perseguir. Sin embargo, este discurso omite totalmente qué poder es el que se busca, y lo toma como un factor natural que simplemente está ahí para que la gente lo tome. Esto, sin embargo, no puede estar más lejos de la realidad. El poder es un hecho histórico y concreto, pues proviene del contexto en el que se encuentra y se ha formado. El poder que busca esta corriente, entonces, es el poder formado en el sistema capitalista, un sistema que es fuente de nuestra opresión, y que en última instancia nos mantiene subyugadas. Así, las mujeres pueden tener éxito laboral pero siempre en un trabajo que las explota (esto a las mujeres proletarias, por supuesto, pero es que somos nosotras las que tenemos el potencial de actuar revolucionariamente), no tener hijos pero siempre en una estructura familiar que nos pone en segundo plano, y decidir por nosotras mismas siempre y cuando esta decisión se amolde al sistema que nos oprime.

El principal logro de Barbie, sin embargo, no es su inclusión del discurso alrededor de la mujer, sino el contribuir a presentar este como un verdadero acto en lugar de la lucha contra las causas de la opresión. Como apunta Christine Delphy en Por un Feminismo Materialista, “la alteración de la causalidad, la creencia de que la superestructura ideológica -la depreciación de las mujeres es la causa, y no el efecto, de la organización social-, no es una interpretación idealista entre otras; es la propia ideología”. Hablar sobre la mujer se convierte siempre en el mejor caso en una evasión o, en el peor, en un movimiento de reacción, cuando no se actúa sobre ni se considera la realidad material que resulta en nuestra situación. Al confundir las dos, la llamada de atención sobre este hecho es considerada un ataque misógino, un virtue signaling divisor del movimiento (¿cuál?) o un desprestigio de lo que se considera un avance, puesto que solo se considera una posible avenida para la lucha de las mujeres, y es una que además nos pone en una situación totalmente precaria. El discurso, además, nunca es neutral, es decir, “hablar de algo” es siempre hablar de algo en un marco sistematizado concreto. Cuando accedemos a tratar nuestras problemáticas (en este caso la situación de las mujeres) como un simple “hablar de”, caemos en el peligro de ceder al contexto y el sistema que nos imponga nuestro interlocutor. Así, hablar de las mujeres con Barbie será hablar de las mujeres como reproducción del modo de producción capitalista, hablar de las mujeres como conciencia alienada que no es consciente de su alienación y que que se esfuerza por dar más justificación al sistema que la oprime. Al hablar con Barbie debemos preguntarnos: ¿quién es Barbie? Es una muñeca, una mercancía incapaz de con(s)ciencia, un objeto que no hace más que participar del ciclo de la producción, e instigarnos a que sigamos participando con ella.

De la misma manera, la “revalorización” de lo femenino actúa de manera similar. Los roles, las subjetividades, no existen en un vacío separado del resto de “esferas” de la experiencia. Si lo femenino es consecuencia y herramienta del capital, una estrategia que se base en su simple valorización o aceptación (esto se ve representado en la reunión con la niña perdida que dejó de vestirse de rosa, que ahora se refugia a la vez que se reivindica exponiéndose) es totalmente contraproducente, pues al dar más valor a estos instrumentos se da más poder al capital para mantener a las oprimidas contentas con su alienación. Cuanto más apego (artificial) se cree por estos aspectos, estos productos, más difícil es para muchas ver que provienen del mismo lugar que nuestra opresión, y que por tanto debemos estar preparadas para superarlos, transformarlos, destruirlos. La verdadera pregunta, a la que se refiere Christine Delphy en su manifiesto ya mencionado, consiste en ir mas allá y cuestionarse: “¿qué es ese ‘una misma’ que una acepta? En la medida en que se acepta el ‘una misma’ sin cuestionarlo, o bien se equipara éste a la persona histórica, o bien, no se menciona su aspecto histórico y por tanto se lo niega implícitamente y se considera la persona histórica como una persona natural, nos hallamos ante una noción a-histórica y reaccionaria”. Las mujeres no somos culpables de existir en un sistema que estaba en funcionamiento antes que nosotras y que ahora nos zarandea constantemente, pero liberarnos no consistirá en celebrar lo que se ha hecho de nosotras. Es el modo de producción el que debe ser abolido no para que lo femenino pueda ser abrazado, sino para que no sea “femenino”, que sea una parte más de la experiencia que podríamos vivir.

Por supuesto, esto no se trata de atacarnos y criminalizarnos unas a otras por ver una película o por vestir de una manera concreta, pues esto también forma parte de la determinación que este sistema nos atribuye. Es importante, sin embargo, comprender que esta determinación no es una esencia, sino que se nos ha dado esta forma y que ser conscientes de ello es el primer paso para que podamos luchar contra el sistema que nos la ha dado. Debemos organizarnos y llamar a la conciencia de las demás, pues somos nosotras las únicas que podemos romper nuestras cadenas.

Barbie puede ser muchas cosas, pero solo es todo lo que le dejan ser. Si nosotras queremos ser más, queremos no ser, queremos transformar el mundo para ver qué tiene que ofrecernos, no podemos tomarla de guía ni defenderla como si fuera sagrada. A veces debemos despedirnos de una vieja amiga para continuar nuestro camino. Nosotras seremos.

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Notas.

  1. https://www.newtral.es/barbie-pelicula-analisis-feminismo-margot-robbie/20230727/
  2. https://www.nytimes.com/es/2023/07/26/espanol/opinion/barbie-pelicula-feminista.html

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